La última semana del año amargó la celebración de Año Nuevo de muchos productores nacionales, sobre todo en el norte del país, en específico, en los estados de Sonora y Sinaloa. Como ya es costumbre y, para sorpresa de nadie, un frente frío azotó la región noreste del país, lo que se tradujo en una helada con temperaturas por debajo de los 0 grados centígrados y con reportes de haber llegado, incluso, hasta los -5°C. El resultado fue desesperanzador: escharcha en las hojas de los cultivos, matas negras, plantas quemadas por el frío y cosechas enteras mermadas más allá de cualquier forma de comercialización. Los principales cultivos dañados por las heladas fueron los más susceptibles a las bajas temperaturas: hortalizas, garbanzo y frijol, aunque también causó estragos en plantaciones de pepino, jalapeño y tomate.
Por fortuna, una cantidad considerable de hectáreas se encuentran bajo el amparo de algún tipo de seguro contra desastres naturales, ya sea conseguidos con ayuda de la SADER a través del gobierno del estado o por medio de una contratación particular. Sea cual sea la manera, este tipo de ayudas no son más que una solución que alivia los síntomas mas no la enfermedad que aqueja al campo mexicano. No sólo hay pérdidas inmediatas para los productores, sino que hay una economía que se frena frente a una imposibilidad de prevenir. Por ejemplo, jornaleros de Sinaloa, en Palo Verde, Valle del Carrizo, dijeron haber sido regresados a su comunidad sin haber trabajado el domingo pasado, debido a que, cuando llegaron, la milpa estaba en estado de congelación y nada había para ser recogido; en ese caso, se trataba de ejotes y calabazas las que habían sufrido daños por heladas. Por otro lado, las alternativas, como la cosecha temprana, suelen probarse poco efectivos también. Éste es el caso de Mazatlán, en donde los comerciantes se ven obligados a vender el jitomate “bandereado”, el cual, por haber sido cortado con demasiada premura, muestra coloraciones verdes entre el rojo común del fruto. Esto resulta poco atractivo para los clientes y derrumba los precios muy por debajo de la media al no alcanzar la calidad deseada.
Uno podría pensar que, frente a esta situación, poco se puede hacer, pues se trata de “actos de dios” o “actos de la naturaleza” más allá del control humano y que sólo debemos prevenirnos. Lo segundo es parcialmente cierto, porque, si bien los seguros son una medida indispensable cuando tratamos el tema de la agricultura, también es cierto el campo mexicano debe contar con la infraestructura adecuada para que esto no suceda con la preocupante frecuencia que lo hace. Muchos países con climas bajos y considerables tradiciones agrícolas resisten los daños por heladas y cumplen con sus producciones pese a las bajas temperaturas, como es el caso de Canadá, cuyas temperaturas gélidas pueden reportar, incluso, marcas por debajo de los -15°C. El problema es que el campo mexicano tiene un rezago tecnológico impresionante y que cerca de 90% de su producción agrícola es de temporal. Lo peor del caso es que, frente al mal tiempo, se sigue recurriendo a prácticas adversas y primitivas, como la quema de llantas circundando el área afectada. En esta ocasión, por ejemplo, se reportó mala calidad del aire en fechas cercanas, no sólo por la quema de pirotecnia y parrillas/anafres, sino por la quema desmedida de llantas para aliviar los daños por la helada en cultivos y huertas del norte del país.
Lo que se vuelve necesario es una inversión fuerte en infraestructura en el campo mexicano, para poder dar alivio a los productores, quienes, muchas veces, no pueden costear las pérdidas provocadas por el mal clima. El gobierno de Ontario, por ejemplo, emite una serie de recomendaciones para evitar los daños causados por heladas, como es el caso de la cobertura de los cultivos con materiales aislantes o que ayuden a preservar el calor; sin embargo, esto es recomendado únicamente para productores caseros o productos sin fin comercial. Para el resto, las recomendaciones son más sofisticadas: nubes de humo o de neblina, aunque también advierten de la poca efectividad del método, debido a lo difícil que es contener estos gases sobre el área de cultivo y, más aún, hacen mención explícita de las prohibiciones ambientales a todo lo que implique humo por medio de quema. De ahí que pasen a tres métodos que, pese a sonar costosos, implican un beneficio a futuro sustancial antes los daños por heladas: las máquinas de viento o helicópteros, para disipar la capa más delgada de aire frío; el riego esporádico, para ayudar a la preservación del calor, y métodos de calefacción en los que se recomienda el uso de varios calentadores pequeños en vez de pocos grandes, debido a que se vuelve más eficiente de esta manera ya que los calentadores pequeños recobran y hacen ciclar el aire caliente y el frío en un área, mientras que los calientes tienden a disipar el aire caliente.
Hay contados productores en el campo mexicano que cuentan con los recursos y la infraestructura para resistir los daños por heladas, sólo grandes invernaderos de multinacionales sonadas pueden darse el lujo de no depender de la benevolencia del clima y sufrir sus embates. Las heladas, para el resto de nosotros, siguen siendo una realidad ineludible mientras el gobierno no le apueste a una inversión real en infraestructura y a la transferencia tecnológica en el campo mexicano. Sabemos de investigaciones en el campo de la calefacción geotérmica, como es el caso de invernaderos en Mexicali, y que este mecanismo está listo para prototiparse e implementarse en otros lugares del país, pero de eso no se ha oído nada por parte de la nueva administración. Lo que seguimos escuchando son apoyos en la forma de cabezas de ganado, precios de garantía, subsidios y créditos a la palabra. ¿Hasta cuándo va a depender el campo mexicano del termómetro y de los no tan acertados pronósticos del clima? ¿Qué pasa con aquellos productores que tenían cosechas pactadas y se vieron forzados a cancelar el pedido? ¿Cuál es el impacto real económico para el productor y consumidor final?
De entrada, lo que vamos a ver es un alza en los precios de esas regiones productivas y en forma de cascada en el resto del país y en la frontera misma con Estados Unidos; si bien esto no es enteramente malo, pues habrá productores que aprovechen las condiciones puestas por las leyes de oferta y demanda y libre mercado, sigue siendo ineficiente para quien pierde y para el consumidor final, quien termina pagando más por el mismo producto o, peor, por un producto inferior cosechado antes de su punto de maduración. Estas situaciones generan especulación desmedida y esto, por su parte, es también peligroso y puede conllevar a alzas y bajas desmedidas. Para esto es que Smattcom, el comercio inteligente para el agro, puede ayudar al campo mexicano. Ya sea que un productor necesite cumplir con su cosecha pactada y quiera buscar un proveedor que supla su pedido o que un comprador necesite encontrar el mismo producto, pero proveniente de otra zona productiva y a un precio menor del que se infló en donde cayó la helada, la aplicación les permite encontrar exactamente lo que buscan. Por medio de subastas diarias, Smattcom muestra quién vende o quién compra en tiempo real los diferentes productos que necesitas comercializar, en diferentes mercados o zonas productivas nacionales e internacionales. Lo mejor es que funciona sin comisiones y sin intermediarios, lo que asegura un comercio justo y mayores ganancias para todos.
En tanto el gobierno se empeñe en asistencialismo, dependerá de los propios productores, comercializadores y distribuidores apostarle por la modernización del campo, de no hacerlo las heladas seguirán pegando tan duro que en verdad duele. Después de todo, ya lo dijo el nuevo presidente: sólo el pueblo puede salvar al pueblo. Protejámonos de los daños por heladas con seguros con coberturas adicionales, infraestructura adecuada y con formas alternativas de comercialización y, con ello, fortalezcamos al campo mexicano.
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