Nuevo año, nuevo tratado. El inicio de 2019 marcó el primer mes de la nueva administración federal de México, pero también la entrada en vigor del TPP11, ahora llamado TIPAT, el tratado de libre comercio de 11 naciones con puertos en el Océano Pacífico. Aunque, técnicamente, el tratado entró en vigor el penúltimo día de 2018, veremos sus consecuencias a lo largo de 2019 y por años venideros. La entrada en vigor del TPP11 despidió el año con una promesa esperanzadora: la diversificación comercial agroalimentaria de México y la liberación de su casi nociva dependencia económica con los Estados Unidos.
Los 11 países firmantes son Brunéi, Chile, Perú, Malasia, Vietnam, México, Australia, Canadá, Japón, Nueva Zelanda y Singapur. El TPP11 entró en vigor el 30 de diciembre de 2018 para México, Australia, Canadá, Japón, Nueva Zelanda y Singapur; Vietnam, por su parte, tendrá una entrada en vigor a partir del 15 de enero, pues argumentó que no podía tener dos eliminaciones arancelarias seguidas, para proteger los precios de su industria textil, mientras que Brunéi, Chile, Perú y Malasia siguen sin concluir sus procesos jurídicos de ratificación, para que el TPP11 tenga vinculación legal para ellos.
¿Qué implica que tengamos un tratado con 10 países en esta zona económica? Para poner un poco de contexto, vale la pena mencionar que los países con los que se firmó el tratado representan una región con más de 500 millones de personas (casi 7% de la población mundial) y, entre esas naciones, se suma 15% del intercambio comercial de todo el mundo. Se estima que los 11 países firmantes del TPP11 atraen 13% de la inversión extranjera directa y aportan 13.5% del Producto Interno Bruto mundial (10.6 billones de dólares). Con eso, suman más de 50 países con los que México tiene algún tipo de acuerdo comercial, lo que, a la vista de todos, podría representar únicamente beneficios, sobre todo si tomamos en cuenta que países como Japón están abriendo su sector agroalimentario al comercio internacional. Pero, ¿está preparado México para una diversificación comercial en términos reales?
Siendo justos, los productos del campo mexicano ya figuran de manera prominente en los estantes de Estados Unidos y, poco a poco, han llegado a otras regiones del mundo, como Europa. Si nos ponemos a ver cifras duras, encontramos que se pueden hallar productos del campo mexicano, ya sea frescos o procesados, en alrededor de 160 países. Pero, por supuesto, ninguno de estos volúmenes será nunca tan altos como los que se manejan con los Estados Unidos. Para muestra, podemos pensar en el caso de los aguacates michoacanos. El producto, mejor conocido en el medio, como el oro verde, tiene tal prominencia en los hábitos dietarios norteamericanos que la APEAM ha pagado para transmitir comerciales durante el Super Bowl, el evento televisivo más visto en el mundo y uno de los espacios en televisión más caros por segundo. Y es que, si bien el mercado norteamericano paga bien por el aguacate nacional, también es cierto que el mismo aguacate puede llegar a costar el doble o el triple en mercados menos penetrados, como lo son Europa o los países asiáticos. El problema, de nuevo, es que haber encontrado un socio como los Estados Unidos, cuyo poder adquisitivo y colindancia geográfica lo vuelven ideal, cayó como anillo al dedo, volvió a este país como la única opción “real” para la mayoría de los productores. Para muchos productores es prácticamente impensable dejar de exportar a los Estados Unidos en pos de apostarle a mercados diversos; después de todo, “más vale malo por conocido que bueno por conocer” y, bajo esta filosofía es que lo que empezó siendo una ventana comercial importantísima se ha ido degradando poco a poco en dependencia comercial. Esto le da a los Estados Unidos un poder desmedido en el momento de negociar con México temas agroalimentarios. Después de todo, si Estados Unidos decidiera, como amenazó cuando buscó renegociar TLCAN -hoy T-MEC-, unilateralmente acabar su sociedad comercial con México, habrá muchos que le quieran vender a los americanos, pero no habrá quien reciba los volúmenes de productos agroalimentarios que México está dispuesto a enviar año con año. Podemos poner de ejemplo la pugna por el jitomate mexicano que se ha gestado desde hace décadas y que parecía volverse a dar a partir de la renegociación de T-MEC. En caso de que EUA optara por políticas proteccionistas para favorecer a los productores locales y decidiera una nueva manera de negociar con los tomateros mexicanos, habría pérdidas catastróficas tanto para los consumidores como para los miembros mexicanos del sector agroalimentario.
Ahora que tenemos TPP11 en vigor, eso tendría que resolverse, ¿cierto? No necesariamente. Si bien es cierto que gran parte del impulso en el comercio exterior con este tipo de acuerdos comerciales es para las industrias automotrices y agroalimentarias, la realidad es que han sido décadas en las que el comercio exterior con países que no sean Estados Unidos en materia agropecuaria ha sido marginal en contraste. Mucho tiene que ver con el miedo que tienen los productores nacionales a acercarse a nuevos mercados. Si ya es de por sí difícil cumplir con las normas de inocuidad y provisiones fitosanitarias y zoofitosanitarias para que el USDA o la FDA permitan el acceso de productos del campo provenientes de México, los productores tendrían que adecuarse a los reglamentos de cada país (o región) con la que deseen comerciar. Ahora bien, justo para eso sirven los tratados, una forma de homologar normativas y tener negociaciones bona fide, pero cada región tiene sus minucias y especificidades a las que el productor nacional no sólo no está dispuesto a intentar adaptarse, sino que no cuenta con los recursos, la infraestructura o la tecnología para realizarlo. El asunto se torna más sinuoso cuando nos ponemos a pensar en que, en la mayoría de los países con los que México tiene un tratado comercial que involucre el sector agroalimentario, los agricultores y ganaderos suelen contar con fuertes apoyos, incentivos y subsidios para la exportación. En tanto, México sigue arrastrando un rezago en su campo de más de 60 años y, con la nueva administración, se vieron mermados los recursos para el campo casi en un cuarto y los recursos para la SENASICA, encargada, precisamente, de las normativas de sanidad en alimentos, en tres cuartos.
Peor aún, la última vez que tuvimos un tratado de libre comercio de esta envergadura, en 1994, el país definitivamente no estaba listo para resistir un mercado así de imponente. Muestra de ello fue el nacimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, cuyo levantamiento armado exigía, entre otras cosas, respeto por los campesinos indígenas, quienes no habían sido tomados en cuenta en el proyecto de corte neoliberal y que terminarían siendo devorados por la maquinaria capitalista de un campo mucho más eficiente, moderno y, como consecuencia, productivo. La mayoría está de acuerdo en que el TLCAN modernizó el campo mexicano, pues lo obligó a volverse competitivo, pero otro sector sigue considerándolo uno de los mayores errores para la economía mexicana, pues desplazó a campesinos y comercios pequeños a favor de transnacionales. Si he de omitir una opinión es que, al final, el mercado dicta las reglas del juego y que el consumidor va a elegir con el bolsillo y no con el corazón. El productor eficiente es recompensado, mientras que el ineficiente es desplazado. Aquí el problema real es que México debió haber preparado a su campo para poder hacerlo productivo, eficiente y, sobre todo, a la altura de resistir el libre mercado.
¿El sector agroalimentario está, entonces, preparado para resistir TPP11? Con este nuevo tratado, tendremos oportunidades para la exportación, sin duda, pero también habrá nuevos agentes comerciales que buscarán competir con la producción local a precios que ya no están ceñidos por la barrera arancelaria que los mantenía lejanos o como lujos. Si bien hemos estado 25 años a competir con una potencia agroalimentaria del tamaño de los Estados Unidos y la exportación de alimentos ha tenido crecimientos constantes, la verdad es que nuestro campo sigue estando en rezago y dista mucho de ser eficiente y competitivo. Muchos consideran, incluso, que el nuevo gobierno no tiene intenciones de explotar los beneficios del TPP11, pues sus políticas tienden más hacia el proteccionismo y este llamado “rescate al campo” no tiene contemplado el desarrollo del comercio internacional agroalimentario. ¿Cómo espera la administración que un productor de espárragos o un ganadero porcino le apueste a la exportación a la región Asia-Pacífico, aunque ya se cuenta con el andamiaje legal para hacerlo? Mientras que T-MEC será tan benéfico o perjudicial como los Estados Unidos quieran, el TPP11 será tan útil o inútil como el Estado mexicano les procure a sus productores. De nada nos sirve seguir acumulando firmas y socios comerciales mientras que sigamos pensando que los Estados unidos son los únicos a quienes les podemos vender.
Es por estas razones que estamos ante la necesidad de crear nuevos canales para la diversificación comercial agroalimentaria. No todos los productores pueden participar de una misión comercial, por los altos costos que un viaje de esta naturaleza representa, y muchos no cuentan con los volúmenes requeridos de producción para que una empresa así sea rentable o siquiera de interés para otros países. Sin embargo, gracias a Smattcom, el comercio inteligente para el agro, cualquier productor, sin importar el tamaño de su negocio agrícola, puede conectar con usuarios de más de 20 países, aunque esperamos que pronto ese número crezca a 45, con la incorporación de los países árabes. ¿Qué permite esto? Nuevas formas de comprar y de vender productos frescos y procesados del campo. Buscaremos que la plataforma incorpore cada vez a más usuarios, incluyendo aquellos de países con los que México ha suscrito algún acuerdo comercial, como el TPP11. De esta manera, sin importar si su ideal sea vender en el extranjero o importar productos de otros países para su transformación o comercialización en México, todos los usuarios puedan empezar a dar los primeros pasos hacia nuevos mercados con mejores precios. Las subastas diarias de Smattcom permitirán generar información de compradores, vendedores y precios de diferentes mercados y zonas productivas. El TPP11 es una realidad; ahora, depende de nosotros mismos buscar las oportunidades para que no sea letra muerta y beneficie a nuestros agronegocios, así como al sector agroalimentario del país. Si le va bien al campo, nos va bien a todos.
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