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Las mujeres del agro mexicano

Actualizado: 16 oct 2019




Como cada 8 de marzo, conmemoramos el día Internacional de la Mujer. Esta fecha no se trata de una celebración ni un festejo, sino un esfuerzo por hacer visibles a las mujeres, quienes, desde tus estratos de desigualdad y marginación históricos, han luchado por reivindicar sus derechos, dignificar su trabajo y por su libertad de elegir sobre su vida. Las mujeres representan poco más de la mitad de la población mundial, cifra que se mantiene en México y, como tales, no podrían estar despegadas de la actividad agropecuaria, agroindustrial y comercial del país. De hecho, la mujer está íntimamente ligada con la agricultura, ya sea desde un punto de vista antropológico, simbólico y sociocultural. No podemos obviar las teorías antropológicas que colocan a la mujer como la creadora de la agricultura, contra la actividad de caza del hombre, o la representación de la mujer como símbolo de fertilidad y prosperidad en la cosecha. No es casualidad que sea LA TIERRA una entidad femenina, pero más allá de aspectos lingüísticos e históricos, cabría hacer visible el papel que la mujer tiene actualmente en el agro en México.


Lo primero que hay que resaltar es el hecho de que 43% de la mano de obra en la agricultura proviene de mujeres. Estas mujeres son principalmente campesinas y mucho de su trabajo tiene un enfoque de sustento alimenticio y no tanto en función de un agronegocio. No es de extrañarse que existan estos números, puesto que fenómenos como la migración de las zonas rurales es llevada a cabo de manera preponderante por la población masculina en edad productiva, por lo que la labranza del campo recae en las mujeres. Ahora bien, siguiendo sobre el tema de la agricultura, aunque en un aspecto más enfocado a la comercialización, la FAO estima que únicamente 18% de las explotaciones agrícolas de América Latina y el Caribe son manejadas por mujeres, mientras que apenas 10% de los créditos y 5% de la asistencia técnica les son otorgados. En cuanto a la propiedad de la tierra, un estudio de seis países señala que únicamente 32% está en manos de mujeres en México. Esto equivale aproximadamente a un millón 876 mil mujeres, quienes se distribuyen en 701 mil ejidatarias, 201 mil comuneras, 656 mil posesionarias y 318 mil propietarias privadas. En otros países, la situación no mejora, para muestra, podemos ver que esa cifra es de 27% en Paraguay, 20% en Nicaragua y sólo 14% en Honduras.


Ahora bien, Inmujeres señalaba que, hacia 2017, la población femenina era responsable de 50% de la producción agrícola total del país. Del total de mujeres dedicadas al campo, 37.1% labora entre 40 y 48 horas a la semana, 12.2% labora más de 48 horas semanales y 40% de ellas no tienen ingresos propios, lo que equivale cerca de 13 millones de mujeres. Lo que es peor, de esa cifra, tomamos en cuenta también a mujeres rurales menores de edad, de las cuales 2.1%, entre 5 y 12, años no asiste a la escuela, mientras que, en el segmento de 13 a 15 años, la proporción aumenta a 12.3%.


Claro que a esto tenemos que sumarle el hecho de que las mujeres en el campo suelen encontrarse en situación de pobreza o de pobreza extrema y, si a esto le sumamos que muchas comunidades rurales son indígenas, tenemos un modelo que genera tres o hasta cuatro formas de discriminación y desigualdad: en primera, por ser mujeres en un país que aún padece de un machismo opresor y dominante, incapacitante para muchas; en segunda, por ser indígenas que, aunque representan 10% de la población del país, siguen siendo discriminados por una sociedad profundamente racista; en tercer lugar, por su condición de pobreza y, por último, por pertenecer a alguna comunidad rural. De esta manera, la brecha que ya de por sí existe con las mujeres en el trabajo, se incrementa a niveles en los que la movilidad social y el progreso son prácticamente imposibles de alcanzar.


Es por eso que tenemos que atender los problemas de raíz y darles solución a las causas, para poder hablar de un verdadero rescate al campo y una modernización del sector. Es imposible hablar de una agricultura o un sector ganadero modernos cuando están plagados de desigualdad. No podemos posicionarnos como referentes exportadores ni como símbolos agroalimentarios a nivel mundial si no podemos darles acceso a condiciones básicas de bienestar, de igualdad y de derechos a quienes producen la mitad de lo que comemos. No podemos seguir avanzando cuando hay un sector social entero que se va rezagando cada vez más. No olvidemos a nuestras mujeres. Nos corresponde empoderarlas, darles las herramientas y las condiciones suficientes para propiciar su desarrollo y acompañarlas en su lucha. Hacerlas visibles y hablar de los problemas que les aquejan es un primer paso, pero se necesita de la sociedad, del gobierno y de todos quienes pueden tomar decisiones o causar un impacto, volverse agentes de cambio y ayudar a que todos estos números sean cosa del pasado, si es que queremos tener un futuro. Desde Smattcom y a título personal, refrendo mi compromiso por impulsar al desarrollo de las mujeres en el campo y en cualquier actividad productiva primaria. Reconozco su participación y denuncio las desigualdades a las que se enfrentan, con la promesa de extender una mano amiga para que las mujeres puedan tener acceso a una vida digna, a un salario justo y a la libertad y derechos que tanto les ha costado obtener.


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